jueves, 12 de diciembre de 2013

Buscándome

Hola mis amigos bloggeros. Como dije, publicaré lo que me salga del alma.
Esto lo escribí a la víspera de un día muy importante, y unos ojos muy especiales lo leyeron. No es algo digno de un poeta, no es algo que los conmoverá, únicamente,  lo que me sale del alma.
Cabe recordar que aun soy un principiante en esto de escribir, así que, gracias por leerme.

Buscándome
Busco. No encuentro. ¿Qué le ha pasado a  ese ser que hace un tiempo estuvo conmigo? ¿Por qué hasta ahora me di cuenta de su ausencia? ¿Cómo lo perdí de vista y por qué  se alejó tan silenciosamente? Quizás se ha marchado, profundamente para mis adentros. Temeroso de mis miedos, fastidiado por mis sueños y anhelos incumplidos.

Quizá haya huido despavorido por mi locura insana, mis obsesiones enfermas, mi furia inexplicable. O tal vez cansado ya de mi pereza mal hallada, mi hipocresía grotesca y burlona,  mi morbosidad odiada. O tal vez la inercia, que aunque poca, logra detenerme en el peor momento. La poca fuerza de voluntad, más fuerte que mi hambre de satisfacción, tal vez le haya parecido vulgar. Mi duda constante, mucho más de la necesaria, y a veces hasta estorbosa no me permite trazar un camino recto y seguro.

Pero ahora con muchas de esas cosas aminoradas, aun ahogándome. Puedo vislumbrar su luz, su deliciosa luz. Deseo con todas mis fuerzas encontrar ese ser trascendente, que está lejos de toda frontera, lejos de lo imperfecto, en perfecto equilibrio.  Misterioso como todo lo divino, blanco como lo más puro, y agradable como el diamante en la flor de loto.

Escarbo a través de toda esta porquería. Todo se adhiere a mí,  no me deja moverme. Pero dentro, muy, muy dentro encuentro la luz. Teñida de ocre, sí, pero luz. El ver esa luz, me renuevo, mi fuerza se hace grande, muy grande. Y la oscuridad que me rodea pierde fuerza. Me acerco más y más. La oscuridad se alza alta, muy amenazadora, pero yo, con un esfuerzo tremendo salgo vencedor. Atravieso los grandes muros que me impedían verlo bien.

Cuando me acerco, lo veo bien. Es maravilloso: su cara resplandece como la luna, junto a su cuerpo; irradia tanta energía, tanta luz que me enceguece un poco; pero lo más importante, lo más importante es lo que me hace sentir a mí.

Cuando lo toco, su fuerza desborda mi flaqueza y mi conciencia de todo cambia. Veo la luz, las cosas oscuras apenas si son visibles. Poco a poco desaparece, mi cuerpo cambia. Todo se da en un grandísimo resplandor de luz, solo un poco más tenue que el de él. Mi palidez resplandece, mis mejillas se llenan y un tono rojo aparece en ellas. Crezco, poco, pero puedo notar como lo hago.

Casi que olvido como era todo antes de mi unión con él, pero algo en mí no me permite hacerlo. Recuerdo cuando lo perdí y me di cuenta, que lo perdí entre insignificancias. Entiendo que no debo  descuidarme, cualquier insignificancia es un riesgo, pero también entiendo que no debo temer, sino confiar en mí, en lo que aprendí y adquirí en mi unión con él.

En este momento, con la felicidad más grande, después de un arduo esfuerzo. Me veo, pienso que soy bueno, muy bueno, pero, noto que aun ahí tonos ocres en mi luminiscencia, de ahí pienso, esa oscuridad aparentemente inofensiva, podrá en cualquier momento tomar control de mí. Luego pienso de nuevo y recuerdo que siempre ha estado ese color en mí, junto a los azules, los negros, los blancos y los verdes. Eso representa la oscuridad diría yo natural, pero peligrosa como una enfermedad invasiva.

Por esto no bajare la guardia. Por fin, por fin. Siento la cálida luz en mí, siento como la perfecta unión hace eco en el ambiente. Rejuveneciéndolo, quitando la putrefacción que la oscuridad había dejado. Y en mi corazón, ahora infinito, me siento agradecido, profundamente agradecido. Todo por haber encontrado lo esencial, a mí mismo.

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